El siempre estaba ahí. Si necesitaba que me cargara me cargaba. Si necesitaba que llevara mis cosas me las llevaba. Nunca hablaba conmigo, pero me dejaba escuchar toda la música que quisiera. Rara vez se quejaba, y aunque lo hiciera nunca dejaba de estar conmigo. Aunque nunca contestaba, sabía escucharme. Al contrario que la mayoría de mis amigos, nunca me criticó ni me llevó la contraria, ni mucho menos me abandonó. Siempre supuse que tenía que ver con su origen japonés.
Yo lo vi hacerse viejo poco a poco. Escuché como sus articulaciones empezaron a quejarse, empezaron a crujir sus huesos, sus latidos se hicieron más irregulares, y sus suspiros más comunes. Y no contento con agotarlo cada vez más, lo obligué a recorrer calles y avenidas, llenas de sus flamantes hermanos más jóvenes, que se pavoneaban como para humillar su noble y humilde decrepitud. sin embargo, a mí no importaba, porque para mí siempre fue mucho más bello, ágil, rápido, y capaz que esos recién llegados.
Incluso así, más de una vez renegué de sus dones, y pensé en comerciar con su miseria, y dejarlo a merced de algún comerciante de esclavos, o aún peor, venderlo a un matarife para que lo descuartizara y vendiera sus tripas aún calientes.
Su piel ya no era brillante como cuando lo conocí, cuando puse sobre él mis ojos ansiosos y entusiasmados de adolescente. Tenía arrugas, golpes y cicatrices. Más de una vez salió herido por mi propia impericia y mi impotencia al no poder quitarlo del camino de varios peligros, pero no por eso dejó de cargarme. Y nunca, nunca me lo recriminó. Una vez recuerdo que lo dejé solo, como tantas veces una vez que me llevaba a donde quería ir, y lo golpearon en mi ausencia, de la manera más cobarde, y a mí apenas me importó. Muchas veces lo hice caminar por sendas rotas, y lo hice caer en abismos por estar distraído.
Con él y gracias a él conocí muchos sitios y personas. Me sirvió de refugio en momentos muy duros, y fue testigo de muchas epifanías, giros del destino, infortunios y eventos memorables. Me escuchó llorar como pocas personas lo han hecho, y me escuchó reír mientras miraba a través de él, fijando mis pupilas en la luz de sus ojos, que con la edad había disminuido ostensiblemente en intensidad.
Apenas ayer me enteré que había ido al médico, aquel médico que tanto necesitaba, y al que yo no lo había llevado y acompañado, usando la vieja excusa de no tener el tiempo para hacerlo. Para no hacer el relato largo y doloroso, un enfermero cometió un error y destruyó el hospital, mientras mi amigo permanecía adentro, sin saber lo que pasaba.
Las llamas devoraron a mi viejo amigo, y lo único que puedo esperar es que todo haya sido muy rápido para que no haya sufrido mucho.
Me arrugó el corazón ver su cuerpo calcinado, sus entrañas retorcidas y destrozadas por el calor. Su forma, de la que una vez me sentí tan orgulloso, humillada y ennegrecida. Nunca quise imaginarme un final para alguien que siempre había estado allí, con una lealtad irrompible, tenaz e incuestionable, pero esperaba algo mejor, algo más piadoso.
Y sin embargo, sólo dos afirmaciones de una persona con quien compartí mi dolor me permiten alejar la pena por momentos.
"Tu carro está en el cielo automotriz, en una autopista sin huecos, lisa y hermosa, desde donde se ven los paisajes más hermosos"
"Tu carro no se ha muerto, si no que es un fénix, y revivirá de sus cenizas para servir fielmente una vez más"
Gracias amigo mío. Nunca te olvidaré, y te prometo hablarle a mis hijos de tí, y recomendarles que se consigan un amigo como tú.
1993-2007
Lamento no tener una imagen tuya en todo tu esplendor. Nunca pensé que nos abandonarías.
jueves, 14 de junio de 2007
viernes, 8 de junio de 2007
Una frase política sencilla
No se puede construir un socialismo, de ningún siglo, sin un proletariado.
Aprendan eso, por favor.
Bienvenidos a la dictadura del lumpen proletariado.
Disfrútenlo.
Aprendan eso, por favor.
Bienvenidos a la dictadura del lumpen proletariado.
Disfrútenlo.
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