viernes, 14 de septiembre de 2007
La importancia de no llamarse Juan.
Es que es tonto. Me llamo Juan. Es decir, Juan es mi primer nombre. En serio, aparece en mi cédula y pasaporte. Juan Miguel Fernández de Larrea Rodríguez, dice ahí. Mi partida de nacimiento lo dice también.
Además, es que me presento como Juan. Desde hace años ya, extiendo la mano, de manera vertical, (para los hombres), o horizontal, (para las mujeres), y digo "Mucho gusto, Juan", o "Un placer, Juan". Aunque para ser sincero, a veces, cuando lo pienso detenidamente, digo "Juan Miguel", mi nombre completo. Pero, incluso entonces, lo primero que digo es "Juan", ¿no?.
Eso hace "Juan" mi nombre de pila. La gente tiende a dirigirse a los demás usando su nombre de pila, no su nombre completo. La vida no es una novela, las personas simplemente no van a caer en la trampa de soap opera latinoamericana de llamarte por tu nombre completo, con eso de "Juan Miguel", que parece tan propio de culebrón mexicano. Es que el nombre completo parece ser una prerrogativa de tu mamá cuando te regaña.
Y aquí llegamos al punto donde reside la razón de que no me guste que me llamen Juan. Mi familia toda mi vida me dijo "Miguel", y la verdad, poco a poco me acostumbré y me terminó gustando más que me dijeran Miguel, porque suena mejor, porque es más musical y porque no tiene cuatro letras. Ahora, si quieren preguntar por qué me pusieron "Juan Miguel", con el Juan de primero, y no "Miguel" a secas, "Miguel Angel", "Miguel Manuel", "Miguel José",(Miguel Juan obviamente no por lo mal que suena) si igual planeaban decirme Miguel toda la vida, pues no sé, la verdad no tengo la respuesta.
Y vamos a los apodos. Mi aborrecido Juan ha generado (o degenerado en) cientos de formas a través de los años. Juancho, Juancito, Juano, Juanchope, Juancín, Juanito, Juancillo, para nombrar sólo algunos. En cuanto a mi querido y nunca bien ponderado Miguel, nada más ha generado el cariñoso "Miguelacho", de mi papá, que trae recuerdos cálidos cada vez que lo escucho. Ojalá tuviera más, y ojalá me sintiera así con Juancho, Juancito, Juanito, Juancillo o cualquiera de esa otra lista.
Durante toda mi infancia, y buena parte de mi adolescencia me llamaron Miguel. En el liceo los que no se dirigían a mí por mi apellido, (triste costumbre en los colegios durante ese período), me decían Miguel. Mis amigos me decían Miguel, mis novias me decían Miguel, todo el mundo me decía Miguel.
Una vez, me presenté como Juan Miguel, como siempre, supongo, y la gente empezó a llamarme Juan. Se me olvidó empezar a recordarle a la gente que me gustaba más que me dijeran Miguel. Creo que tuvo que ver con el hecho de que la persona más importante en ese momento me empezó a llamar Juan. Y me dije, "si ella me llama Juan, pues es especial, ¿no?, es distinto. Diferente a lo de siempre".
Y me quedé Juan, porque era especial, era único. Con los años, no estoy seguro de que haya dejado de ser especial. Pero sí dejó de ser único. Los amigos que me llamaban Miguel se fueron quedando en el tiempo, y fueron apareciendo los nuevos que me llamaban Juan, porque al fin y al cabo, era como la nueva moda, si ella me llamaba Juan, ¿Por qué no los demás?. En un parpadeo que duró nueve años, dejé de ser Miguel, y me convertí en Juan.
Claro, había lugares aislados donde todavía era Miguel. Mi casa principalmente. Las casas de mis tíos y tías, de mis abuelos, una que otra reunión o aparición casual de alguien de hace mucho tiempo. "A blast from the past", podríamos decir. Pero de resto, era Juan. No era sólo que me llamaban Juan, es que yo mismo me había convencido totalmente de que era Juan, y se me había olvidado que me gustaba mucho más que me llamaran Miguel.
Yo sé que me conociste como Juan. Sí, tú, en específico. Yo sé que todos me decían Juan, y que probablemente cuando te conocí, me presenté como Juan, aunque existe la limitada posibilidad de que como fue mi hermano quien nos presentó, (quien curiosamente se adaptó de manera perfecta a decirme Miguel dentro de mi casa y Juan fuera de ella), me haya presentado como Miguel o Juan Miguel.
Pero me gusta que me digas Miguel. A ver si eso del nombre se transforma de repente otra vez en único, como fue una vez que me llamaran Juan.
Así que por favor, si puedes y te acuerdas, si puedes contra los cuatro o cinco años de costumbre de llamarme Juan, llámame Miguel, si quiera de vez en cuando, aunque sea en un momento u otro, porque me siento feliz, porque me recuerda mi infancia, porque me da una tibia sensación en los oídos, en los labios y en el pecho, porque quiero darte otro lugar especial dentro de mi vida, porque aunque no hace falta que me llames Miguel para ser única, lo serás aún más si lo haces, así sea de vez en cuando y de cuando en vez.
En cuanto a los demás, ya que más da, llámenme como prefieran. Juan o Miguel, o Juan Miguel. Eventualmente me acostumbraré, o seguiré llevando mi doble vida de ser Miguel por dentro y Juan por fuera.
lunes, 10 de septiembre de 2007
martes, 31 de julio de 2007
Si alguna vez...
"For a man, there is no merit to be the first lover of a woman. However, to be the best, or even more, the last, is the true achievement"
"Love is the only battlefield where the weapons must be designed to make the enemy happier, in order to win"
viernes, 27 de julio de 2007
El valor de escuchar
Es que escuchar a alguien es un arte, incluso muy superior a contar historias. A pesar de ser valorado menos, saber escuchar una historia es tan o más valioso que contarla. Puedes obtener fama, reconocimientos y dinero por contar una bella historia, pero nunca por escucharla.
Escuchar propiamente a alguien requiere de un grado de empatía sólo alcanzado por el abandono relativo de tu propia consciencia y persona, al mismo tiempo que te compenetras con tu interlocutor. No sólo debes hacer la historia que oyes interesante para tí, debes hacerla al menos parcialmente tuya, con lo que logras además convencer al relator que su historia es interesante y merece ser contada con lujo de detalles, con imágenes, con adornos, con estética.
Escuchar no es un llamado al diálogo per se, aunque pueda incluir un intercambio de conversación. Si escuchas propiamente, no es necesaria la retroalimentación para hacer que alguien se dé cuenta que su historia, chisme, cuento, chiste, es maravillosa y única.
Una historia vale la pena sólo si es escuchada propiamente, sólo si es compartida, si es sentida, si es vinculada, si es real y verdaderamente comunicada. Un oyente capaz fomenta y genera un sentido de pertenencia humano en el relator. Las historias son indudablemente mejores para aquel que las cuenta cuando son bien escuchadas.
Una vez, hace muchos años, leí un libro sobre un personaje cuya mayor virtud era escuchar. De Michael Ende, el mismo autor de "La historia interminable", y a pesar de que el tema principal del libro, infantil por lo demás, se aleja de simplemente las virtudes de escuchar, intenté, no sé si con éxito, de aprender las delicadas destrezas necesarias a través de la práctica desde ese momento de mi vida. Total, siempre hay alguien que desea ser escuchado, alguien con quien puedes seguir practicando, aunque nunca llegues a saber si de verdad, al sujeto le gusta que lo escuches.
Es cierto que no todos podemos escuchar como deberíamos, así como no todos podemos pintar como Leonardo Da Vinci, o componer como Beethoven. Pero a veces, ese esfuerzo adicional conlleva sus frutos, y el brillo de emoción, sea alegre o triste, entusiasta o desesperado, que aparece en los ojos de tu interlocutor, te hace pensar que vale la pena.
jueves, 5 de julio de 2007
Una plana a la Bart Simpson
Débora es espectacular y maravillosa
Débora es espectacular y maravillosa
Débora es espectacular y maravillosa
Débora es espectacular y maravillosa
Débora es espectacular y maravillosa....
Te quiero, Deb, eres una muy buena amiga y una persona única en el mundo. Defenderé hasta la muerte el hecho de que este planeta necesita más personas como tú.
Sin embargo, lamento decirte que conocí a una persona aún más espectacular y maravillosa que tú, en mi opinión, pero espero que eso no te afecte. La diferencia es que con ella sola pues ya el mundo, y yo, tenemos bastante.
martes, 3 de julio de 2007
De la naturaleza del miedo
El miedo.
Yo me asumo a mí mismo como valiente. Hay que tomar en cuenta, sin embargo, que difícilmente soy temerario. La mayor parte de las personas confunden valentía con temeridad.
Valentía es el acto de enfrentar tus miedos. De agarrarlos, envolverlos y ponerlos muy adentro donde no moleste. Temeridad, sin embargo, es no tener miedo.
Dos personas en un ascensor accidentado. Una claustrofóbica, otra no. Las dos permanecen calmadas y serenas por media hora. Una de ellas, la claustrofóbica, es valiente, la otra simplemente es temeraria.
Aunque este punto sea discutible, para mí tiene más mérito el valiente que el temerario. El valiente ejerce su voluntad para controlarse, para mantener la calma. El temerario no hace nada, simplemente está ahí, y se comporta como si nada pasara.
Soy demasiado cauto como para ser temerario. Las situaciones extremas me causan temor. Temor comprendido como ese chorro de adrenalina que te hace temblar las rodillas, te abre los sentidos y te hace sentir como si el tiempo se ralentizara poco a poco.
Mi ciudad es un caso. Me ha permitido probar las situaciones clásicas de miedo. Alguien drogado abanicándote un arma en la cara, amenazas de secuestro,estar entre un tiroteo con miles de personas alrededor, coleadas espectaculares en la autopista, peleas callejeras donde asoman cuchillos y nacen puñaladas. Para otras personas en el mundo, esas cosas son mitos. Para mí, han sido realidad, y más de una vez. No sé, a veces creo que lo que nos falta son carros bomba y la cacería del búfalo del Cabo para convertir este sitio en el paraíso de un thrill seeker.
Cada vez que recuerdo esos momentos, recuerdo que tuve miedo. Esa mano fría que te aprieta los intestinos, esa escarcha que te invade los poros, esa presión en todos y cada uno de los músculos de tu cuerpo. No puedo ser temerario, creo que pienso demasiado, y me quiero algo, también, como para no responder a las amenazas y peligros con temor.
Ahora, perder la compostura, eso es otra cosa. Miedo es señal de peligro, y los peligros se afrontan. Se afrontan cuidándote a tí mismo y a los demás que te rodean. Se afrontan eliminando la fuente del miedo o evitándolo, depende de lo que te dicte tu razón. Hay miedos para correr, hay miedos para saltar hacia adelante, y hay miedos para hablar tranquila y reposadamente. Hay miedos para ser bizarro, y hay miedos para ser astuto y listo.
El miedo es un estímulo, en esos casos. Te permite hacer cosas impresionantes, como preguntarle a ese tipo con la pistola si tiene novia o hijos, o decirle al tipo con el cuchillo que lo aparte y se quede quieto si no quiere salir lastimado. El miedo te permite discernir que es buena idea preguntarle al tipo de la pistola por su familia y amenazar al del cuchillo, y no viceversa. Te permite saltar dos metros en el aire hacia ese kiosko de allá porque escuchaste el silbido de una bala bastante cerca. Te permite creerle al policía que dice que viene a hablar contigo después de caerte a plomo por media hora. Te permite girar el volante en la dirección opuesta al coleo mientras sueltas los pedales y te relajas pensando que vas a endezarte en el carril otra vez, en vez de frenar para irte contra la defensa. Agarrar esa silla rápido porque esto se puso feo y son más y más grandes que tú.
Pero hay miedos diferentes. Hay miedos que no tienen nada que ver con respuestas a estímulos. Es como el miedo cerval a la oscuridad. A veces sientes miedo en circunstancias en las cuales tu razón te dice que no hay nada que temer. Son los miedos inconscientes, son los miedos emocionales. Son aquella masa de hielo que flota tras la punta del iceberg bajo el mar de la consciencia. Es tener miedo sin saber por qué.
Esos son los peores. Es como que tu organismo te advirtiera que caminas hacia una trampa que no ves ni vas a poder ver. No son controlables, no puedes reaccionar a ellos. Son esos miedos que te asaltan cuando estás solo en tu cuarto, más seguro que nunca. Los miedos a que te salgan mal las cosas, a que te lastimes a tí mismo, a lastimar a otros. Los miedos a no ser suficiente, los miedos a imponerte trabas, los miedos a sentir algo o no sentirlo.
Esos son realmente difíciles. Malditos miedos traicioneros.
Sin embargo, a todos les digo que hay que ser valientes. Incluso con menos asertividad, hay que enfrentar esos miedos y seguir saliendo adelante. Aferrarte a lo que quieres y a lo que te hace feliz. Es la única manera de enfrentarlos. Abrirte paso por tus propias líneas enemigas, afianzarte al piso y sostener tu posición, no importa lo que pase. Seguir lo que crees. Tener tu código y respaldarte con él. Recordar tus deberes, tus lealtades, tus creencias, tus ideales. Ningún miedo es invencible o incontrolable.
Como leí en alguna parte. Todos caemos y todos somos vencidos. No podemos salir victoriosos siempre, eso no es una elección. Sin embargo, siempre podemos elegir cómo caemos. Si me preguntan cómo quiero caer, con aplomo responderé que valientemente, como siempre.
jueves, 14 de junio de 2007
Perdí a un amigo
Yo lo vi hacerse viejo poco a poco. Escuché como sus articulaciones empezaron a quejarse, empezaron a crujir sus huesos, sus latidos se hicieron más irregulares, y sus suspiros más comunes. Y no contento con agotarlo cada vez más, lo obligué a recorrer calles y avenidas, llenas de sus flamantes hermanos más jóvenes, que se pavoneaban como para humillar su noble y humilde decrepitud. sin embargo, a mí no importaba, porque para mí siempre fue mucho más bello, ágil, rápido, y capaz que esos recién llegados.
Incluso así, más de una vez renegué de sus dones, y pensé en comerciar con su miseria, y dejarlo a merced de algún comerciante de esclavos, o aún peor, venderlo a un matarife para que lo descuartizara y vendiera sus tripas aún calientes.
Su piel ya no era brillante como cuando lo conocí, cuando puse sobre él mis ojos ansiosos y entusiasmados de adolescente. Tenía arrugas, golpes y cicatrices. Más de una vez salió herido por mi propia impericia y mi impotencia al no poder quitarlo del camino de varios peligros, pero no por eso dejó de cargarme. Y nunca, nunca me lo recriminó. Una vez recuerdo que lo dejé solo, como tantas veces una vez que me llevaba a donde quería ir, y lo golpearon en mi ausencia, de la manera más cobarde, y a mí apenas me importó. Muchas veces lo hice caminar por sendas rotas, y lo hice caer en abismos por estar distraído.
Con él y gracias a él conocí muchos sitios y personas. Me sirvió de refugio en momentos muy duros, y fue testigo de muchas epifanías, giros del destino, infortunios y eventos memorables. Me escuchó llorar como pocas personas lo han hecho, y me escuchó reír mientras miraba a través de él, fijando mis pupilas en la luz de sus ojos, que con la edad había disminuido ostensiblemente en intensidad.
Apenas ayer me enteré que había ido al médico, aquel médico que tanto necesitaba, y al que yo no lo había llevado y acompañado, usando la vieja excusa de no tener el tiempo para hacerlo. Para no hacer el relato largo y doloroso, un enfermero cometió un error y destruyó el hospital, mientras mi amigo permanecía adentro, sin saber lo que pasaba.
Las llamas devoraron a mi viejo amigo, y lo único que puedo esperar es que todo haya sido muy rápido para que no haya sufrido mucho.
Me arrugó el corazón ver su cuerpo calcinado, sus entrañas retorcidas y destrozadas por el calor. Su forma, de la que una vez me sentí tan orgulloso, humillada y ennegrecida. Nunca quise imaginarme un final para alguien que siempre había estado allí, con una lealtad irrompible, tenaz e incuestionable, pero esperaba algo mejor, algo más piadoso.
Y sin embargo, sólo dos afirmaciones de una persona con quien compartí mi dolor me permiten alejar la pena por momentos.
"Tu carro está en el cielo automotriz, en una autopista sin huecos, lisa y hermosa, desde donde se ven los paisajes más hermosos"
"Tu carro no se ha muerto, si no que es un fénix, y revivirá de sus cenizas para servir fielmente una vez más"
Gracias amigo mío. Nunca te olvidaré, y te prometo hablarle a mis hijos de tí, y recomendarles que se consigan un amigo como tú.
1993-2007
Lamento no tener una imagen tuya en todo tu esplendor. Nunca pensé que nos abandonarías.
viernes, 8 de junio de 2007
Una frase política sencilla
Aprendan eso, por favor.
Bienvenidos a la dictadura del lumpen proletariado.
Disfrútenlo.
viernes, 25 de mayo de 2007
Del talento y la amistad
Y gracias a mis reflexiones, he concluido que mi amistad es directamente proporcional al talento de los recipientes. Es decir, que es un prerequisito indispensable ser talentoso, de alguna manera especial, para ser mi amigo. No tiene que ser un talento en específico, pero si debe ser un talento útil, interesante, y particular.
Me costó en un principio dilucidar el orden de mis ideas, y darme cuenta de si consideraba a mis amigos talentosos porque eran mis amigos, o si consideraba a las personas talentosas mis amigos por su talento. Después de darle vueltas al asunto, finalmente acordé que son mis amigos porque son talentosos, y no talentosos porque son mis amigos.
Así que si crees que te considero mi amigo o amiga, lector o lectora, simplemente pregúntame si en realidad te considero así, y recibirás una respuesta completamente sincera. Te darás cuenta de que eres talentoso o talentosa.
jueves, 10 de mayo de 2007
Super Mario, Proletariat Hero
Sin palabras, Super Mario, hombro a hombro con la revolución bolchevique.
lunes, 7 de mayo de 2007
Para todo hay un momento
To everything
There is a season
And a time for every purpose, under heaven
A time to be born, a time to die
A time to plant, a time to reap
A time to kill, a time to heal
A time to laugh, a time to weep
To everything
There is a season
And a time for every purpose, under heaven
A time to build up,a time to break down
A time to dance, a time to mourn
A time to cast away stones, a time to gather stones together
To everything
There is a season
And a time for every purpose, under heaven
A time of love, a time of hate
A time of war, a time of peace
A time you may embrace, a time to refrain from embracing
To everything
There is a season
And a time for every purpose, under heaven
A time to gain, a time to lose
A time to rend, a time to sew
A time to love, a time to hate
A time for peace, I swear it's not too late
(The Byrds, words adapted from the bible, book of ecclesiastes)
lunes, 30 de abril de 2007
Otro más...
Tengo que ser repetitivo. Aquí está otro comercial de la campaña "Jump in" del Xbox 360. Son demasiado buenos. Por favor búsquenlos todos y véanlos, porque no los voy a poner todos aquí. Así deberíamos jugar policías y ladrones, para recordar cuando éramos niños, aunque podría ser algo peligroso...Y caro.
Uno de mis comerciales favoritos...
Para aquellos que no lo han visto. Este comercial de X-Box resume simple y claramente lo que es ser un gamer día tras día, y quitar un poco la presión de la rutina diaria, sin hacer daño a nadie. Al parecer, en varios países lo prohibieron por "fomentar la violencia".
¡Por favor!, todavía no hay registros de asesinatos por hacer BANG! y apuntar con los dedos. Lo que hace falta es más juegos de catarsis y menos armas en las calles.
Esta actividad debería ser obligatoria una vez a la semana en todas las empresas y universidades, como dinámica de grupo.
Como trivia, el comercial fue filmado en Buenos Aires, con calidad de cine, y las personas que aparecen son argentinos.
Parte Favorita: Cuando la muchacha tira la granada imaginaria.
viernes, 27 de abril de 2007
Voltaire
En español, "Cualquier cosa demasiado estúpida para ser dicha es cantada"
Un hombre inteligente dijo algo en el siglo XVIII que sigue vigente en nuestros días. Enciendan su radio y disfruten de la sátira.
Lástima que no poseo el conocimiento del francés como para obtener citas en su idioma original, aunque estoy seguro que al menos tres de mis lectores poseen el conocimiento necesario, y pueden ayudarme con eso. Sí, es con ustedes tres, mándenme un vínculo con las citas originales de Voltaire en francés, para ver qué tan malas son mis versiones en inglés, y mis propias traducciones al español. El que lo haga primero se gana un premio.
Otras joyas del mismo autor...
"Judge of a man by his questions rather than by his answers", (Juzga a un hombre por sus preguntas en vez de por sus respuestas)
"I do not agree with what you have to say, but I'll defend to the death your right to say it. " (No estoy de acuerdo con lo que dice, pero pelería hasta la muerte por su derecho a decirlo)
"Common sense is not so common" (El sentido común no es tan común)
Una nota de duelo
Anexo para su conocimiento la nota que escribí en mi trabajo acerca de la desaparición de una de las personalidades de la música más importantes de la segunda mitad del siglo XX.
"El reconocido violonchelista y director de orquesta ruso Miroslav Rostropovich, falleció hoy a los 80 años de edad, tras una trayectoria artística que dejó marca en el mundo de la música académica internacional.
Fue discípulo de compositores, hoy en día inmortales, como Dimitri Shostakovich y Serguei Prokofiev. Este gran maestro deja como legado sus habilidades de virtuoso instrumentista y su talento como conductor.
El músico se transformó en un icono de la cultura, luego de que se convirtiera en un tenaz activista político, por el apoyo ofrecido a su compatriota Premio Nobel de Literatura Alexander Solzhenitzin, perseguido por el régimen soviético por su obra Archipiélago Gulag, en la que que denunció los campos de concentración erigidos tras la cortina de hierro, apoyo que le costó el destierro y el exilio.
También marcó un hito en la historia mundial cuando millones de televidentes de todo el mundo lo vieron tocar una suite de Johann Sebastian Bach, mientras, a sus espaldas, el muro de Berlín era demolido, en noviembre de 1989"
Hoy el mundo es un lugar peor. Un magnifíco violonchelo quedó en silencio, y quedó inmóvil una batuta magistral. Por muy ridículo que parezca, la muerte de Rostropovich me afectó.
martes, 10 de abril de 2007
Cuyagua
COSAS BUENAS:
- La playa. Tienes como cinco tipos de arena, y te cuadras con la más te guste. Tienes arena negra volcánica suave, como barro, tienes la de conchas marinas desintegradas, la suelta, la pegostosa, la apelmazada, la suave, la fuerte. Además, nada mejor que tener un round con las olas, que sin ser demasiado salvajes y extremadamente peligrosas, saben darte tu revolcón si te descuidas. (Sí, yo voy a la playa a meterme en el mar, porque para eso está la playa. Para broncearse están las camas UV de los spa, y para echar pinta tienes hasta la esquina de tu casa)
- El río. Tienes los patos, con su extremadamente folclórico letrero de "El que mate un pato sale coñaciado". El agua no está congelada como en la mayoría de los ríos esos de montaña que uno conoce, y el fondo no es ese barro baboso que crees que te chupa las plantas de los pies. Además la vegetación alrededor tuyo cuando te sientas en una piedra y respiras lentamente es digna de admiración. Y si todavía te falta algo, ir a la desembocadura a ver como se mezcla el agua dulce con la salada y crea contraoleaje mientras se mezclan los dos fondos es excelente.
- La gente. El espíritu de camaradería es impresionante. Tienes un mar de gente alrededor, todos apretujados y además, borrachos o algo peor, y sin embargo, contrario a lo podrías llegar a pensar, todo el mundo está sonriente, te llenan de bromas, están dispuestos a ayudar a los demás y hay cero problemas. ¿En qué lugar de Caracas puedes juntar, no digamos mil, sino apenas cien borrachos, y esperar que todos se pongan cariñosos?
- Pasas por el Henri Pittier, y respiras aire que vale oro por centímetro cúbico mientras vas por la carretera. Escuchas a los monos a lo lejos, y ves las plantas y las mariposas.
- La tecnología hace ahora lo de acampar mucho más sencillo. Nada de tres horas montando la carpa, dos horas montando la fogata, y pasando frío y oscuridad en la noche. Las carpas se arman casi solas, el carbón trae una chispa, y las lámparas te aseguran que vas a reconocer al que está al lado tuyo.
- La comida. El atún con pasta en lata es inolvidable. Las salchichas a la parrilla saben mejor, incluso si les cayó arena, y el ramen (fideos chinos) pasa con cualquier cosa. De vez en cuando, incluso con un presupuesto reducido, te lanzas a disfrutar unos tostones, unas empanadas, o para el que le gusten, unos mariscos.
- La bebida. Ley Seca, dijeron. Igual, renuncié completamente a mis gustos etílicos refinados. ¿Cerveza?, asco, probé una y no quise pasar otra más. Coco Anís, sin embargo, el Coco Anís. Puedes hacerle una oda al Coco Anís en Cuyagua. Coco Anís con jugo de manzana o pera es extremadamente agradable, pero el Coco Anís con leche es toda una experiencia. Es que sabe a cocada. Es que es cocada. Y la guarapita de coco de los locales, bueno. Así le hagas asco al precio, más cuando ves que en la etiqueta de la botella dice "Aguardiente Saint Thome", (que logra que tu hígado se comprima de repulsión apenas la ves), esa guarapa es lo mejor que te puedes tomar en la playa.
COSAS MALAS:
- La playa. Es ser algo exigente, pero el peralte de la línea de la playa es excesivo. Léase por peralte la inclinación del descenso de la línea de arena hacia el agua con relación al horizonte. Si quieres caminar por la orilla de la playa mojándote los pies, pues prepárate a desistir a los quince minutos, porque sientes que te caes y que te vas de lado. Además, si no llevas tu monstruo cuatro por cuatro prepárate para empujar el carro a lo largo de toda la playa. La gente te ayuda, pero todos tienen un método distinto. (Dale suavecito, chamo. Métele la chola, chamo. Ponle las alfombras, chamo. Usa esas palmeras, chamo. Echa los cauchos para los lados, chamo. Ponlo en primera, chamo. Y ninguno funciona sino empujándolo nada más).
- No hay baño. Para orinar sobran los sitios, a lo "commando", pero no hay baño. Espero entiendan el eufemismo de "no hay baño". Quiero decir que no se puede hacer del 2, por decirlo de otra manera, sin caer en el escarnio público.
- El río. Cualquier parte de tu cuerpo no sumergida en el agua es devorada por los zancudos en segundos. Se-gun-dos. Además, la cantidad de gente bañándose río arriba te hace pensar que lo que te cubre es el shampoo y el jabón sucio de los otros, y te saca del agua. Así de malo.
- No hay baño. Baño decente, de gente civilizada.
- La gente. El reguetón. ¡Por Dios, basta del reguetón!, te tienes que sincronizar con el reggae de los rastachamos al otro lado de la playa para poder evitar el tipo con la super planta de sonido que decidió darte el concierto completo de Don Omar desde su sustituto automotor de virilidad auténtica marca Toyota. Y bueno, si eres de esos que no puede dormir si no hay silencio absoluto, feliz insomnio. Los cantantes a capella de música llanera te van a tener despierto toda la noche.
- No hay baño. Al tercer día ya no quieres comer nada, y te preguntas cómo están haciendo las otras 100 mil personas, y te preocupas de nuevo por el río, la arena, el mar y todo lo demás.
- Pasas por el Henri Pittier, y no soportas las dos horas metidas en el carro con las curvas asesinas, que además incluyen autobuses kamikaze que no frenan y te recuerdan con una corneta de locomotora que no puedes pasarles cerca si quieres sobrevivir la travesía.
- ¿Les dije que no había baño?
viernes, 30 de marzo de 2007
Confianza
1. f. Esperanza firme que se tiene de alguien o algo.
La confianza, quizás el asunto más espinoso sobre el cual puedas conversar con alguien. Y además, el tema que no puede ser disociado de ninguna discusión acerca de las relaciones humanas. Desde la diplomacia de alto nivel, hasta la pareja simplona de bachillerato, todas las interacciones humanas tienen sus cimientos en la confianza, o tienen algo que ver con ese concepto. Si un concepto es complicado de discutir, o de emitir opinión, es precisamente el de confianza.
Pero me acordé de algo, leyendo algo, en alguna parte. Me acordé de cómo establecí mi código de confianza. Y gracias al ligero recordatorio, estructuré mis guías morales y mentales para poder escribirlas, y por tanto, compartirlas. Siempre me pasa lo mismo, pienso en tantos niveles, (y eso de pensar en varios niveles, ya lo desarrollaré otro día, para explicar de qué va), que luego no puedo expresar correctamente lo que quiero explicar.
Para mí, la manera más sencilla de tratar de entender la confianza, si alguien no posee la habilidad de leer mentes, lo cual comprime aproximadamente al 99 y algo (obviamente se infiere 100) por ciento de la población mundial, es juzgarla de una manera comparativa.
¿Por qué?, ¿Por qué no simplemente preguntar, por ejemplo?. Porque debido a la naturaleza personal del concepto de confianza, es necesaria la confianza para aceptar un supuesto nivel de confianza alegado por otro. Es decir, el viejo laberinto de ¿Crees que puedes creerle?. ¿Confías en que confía en ti?. Es que la fidelidad de los datos acerca de la confianza se basa en la misma confianza que tengas sobre la veracidad de los mismos, lo cual crea un círculo lógico tan estúpido como irresoluble. (Aquí empieza el rollo).
De acuerdo a mi código propio, la única confianza que puedo medir es la mía propia, es la única que puedo sentir, es la única que puedo cualificar y cuantificar (Los humanos no tenemos polígrafo incorporado, ni portátil). Para saber acerca de la ajena, necesito confiar en la palabra de otro. "Confiar acerca de la confianza".
Supongamos que pregunto a alguien si puedo confiar en él. Ese alguien puede decirme que sí, y estar mintiendo, (de hecho, necesitaría un grado de confianza para creerle) o decirme que no y todavía estar mintiéndome (aunque las finalidades prácticas de esto último son singularmente más raras). Es más, la probabilidad más alta es que alguien no digno de mi confianza me diga que sí puedo confiar en él. Por eso las mentiras, las traiciones y las decepciones son el pan de cada día del género humano. Simplemente nos es imposible definir en quién, cuándo, cómo, y qué tanto confiar.
Tampoco por actos puedo definir mi confianza en alguien. A cualquier persona le ha pasado que alguien que siempre te ha ayudado te traiciona tus esperanzas justo en el momento en que más confiabas en él/ella. No importa cuántas veces alguien te haya probado ser confiable, tiene las mismas posibilidades, o probabilidades matemáticas de fallarte o traicionarte, que un extraño. Cada elección es un nuevo escenario independiente con millones de variables nuevas. Es decir, que en teoría, en papel, mis amigos son tan confiables como la persona que acabo de conocer. Además, cuando un extraño me traiciona lo puedo esperar, ¿Pero de tus amigos, tu familia, tu pareja?, el daño hecho es considerablemente más elevado para cualquiera.
¿Entonces, cómo tener una idea mínima de en quién confiar? Es más que obvio que nunca voy a encontrar un método perfecto, (ni siquiera el polígrafo sirve), pero debía existir una manera de realizar alguna aproximación, por vaga que resultara, y que no estuviera basada en percepciones tan vagas como la "lectura del lenguaje de los gestos", u otras cosas no exactamente efectivas.
Mi código de confianza se basa en que el único dato que puedo establecer de manera fija y segura es el coeficiente de mi propia confianza, pues es parte de mi mente, y soy completamente consciente del mismo. Ahora bien, me dí cuenta que la única manera de obtener una aproximación a la confianza que puedes depositar en otros es comparándola con ese dato, mi propio coeficiente de confianza.
Simplemente, antes de preguntarme ¿Puedo confiar en él/ella, qué tanto puedo hacerlo?me pregunto a mí mismo, ¿Puede él/ella confiar en mí, qué tanto, en qué medida?. Esa respuesta la obtengo fácil, es algo natural saber qué tanto puede confiar una persona en ti, y puedo confiar completamente en mi respuesta, (a menos que me esté mintiendo a mí mismo, en cuyo caso no debería confiar en nadie como punto de partida).
"Probablemente yo lo sacaría de un problema si representara un pequeño o ningún sacrificio, o le guardaría un secreto mientras que no me vea yo implicado, o alguien que me importe, y si quedara un solo trago de agua en el desierto para los dos jamás se lo cedería", es una respuesta coherente y que ejemplariza el proceso. Siempre me coloco en situaciones hipotéticas y mido exactamente qué tanto alguien puede confiar en mí de acuerdo a mis posibles reacciones. Esa respuesta es mi coeficiente de confianza, qué tanta confianza puede alguien en específico, en un momento en específico, colocar en mí. Es bastante corriente que descubra, cómicamente, que por lo general la persona que más puede confiar en mí lo hace muy poco, y que la que lo puede hacer muy poco lo hace mucho. Por supuesto, yo tengo muy clara la pregunta que se hace el otro acerca de mí, pero él tiene muy claro qué tanto puedo a su vez confiar yo en él.
Tras obtener el dichoso coeficiente, simplemente se lo aplico a la otra persona, invirtiendo los roles, modificándolo de acuerdo con las posiciones ocupadas por cada uno, tomando en cuenta las variables importantes que cambian en ciertas relaciones no simétricas (como padre hijo, jefe empleado, profesor alumno, mujer hombre). Es decir, nunca confío en una persona más de lo que esa persona puede confiar en mí. Me parece tonto engañarme a mí mismo. Si yo soy capaz de cortarle la garganta a esa persona mientras duerme, esa persona es perfectamente capaz de hacer lo mismo, y no debo dormir con ella. Si yo soy capaz de manipular a alguien, ese alguien está en la misma posición con respecto a mí, y podría estar haciendo lo mismo. Si no me duele en lo absoluto mentirle a alguien, probablemente a ese alguien tampoco le duele mentirme.
Es quizás colocar la confianza en un lecho de Procusto, donde adapto la moral de otros a la mía propia, pero se sorprenderían de qué tan efectivo es el método. Al menos, cuando suceden, las traiciones o decepciones ya no me sorprenden. Cabe destacar que para aplicar este sistema necesité de un alto grado de adaptación, de mimetización y de capacidad de juzgar el carácter de otros para balancear los roles de las personas involucradas en cualquiera que sea la relación que mantengan. También les recomiendo que aprendan a conocerse muy bien. Mientras mejor se conozcan mejor conocerán a sus congéneres.
WARNING CUIDADO AVERTISSEMENT ACHTUNG AVVERTIMENTO
警告 предупреждение AVISO 경고 WAARSCHUWING
Este método no es utilizable para determinar el nivel de confianza en personas inestables mental o emocionalmente, cuyas reacciones sean completamente irracionales, coherentes, o impredecibles. En ese caso, se recomienda no confiar en absoluto en esas personas desde el principio.
lunes, 26 de marzo de 2007
Caminante, ve a Esparta y di a los espartanos, que aquí yacemos por obedecer sus leyes
Visualmente orgásmica. No esperen obtener una reconstrucción histórica porque la película ni siquiera lo intenta. No se dañen la experiencia buscando errores que no son errores sino recursos gráficos. Sin embargo, un placer ver a actores pronunciar en la pantalla las citas actuales de los bravos espartanos.
Y mi gusto por esta película me despierta el dilema de por qué a los hombres que clamamos ser civilizados como yo, nos llaman tanto la atención las culturas extremadamente violentas y militaristas como éstas. Honor, deber, y la exaltación de esos valores que se hace en la narración de los hechos bélicos que sacudieron la historia, espero. Supongo que al vivir en una época en la que tan poca gente está dispuesta a morir y matar por lo que cree, (dice uno, mientras critica a los extremistas islámicos que hacen exactamente eso), tienes que revivir ese héroe violento y sediento de sangre, que todos tenemos adentro, de alguna manera.
"Tonight we'll dine on hell!"
I'm only happy when it rains...
No era lluvia agresiva, impetuosa, como suele serlo por estos lares, las tormentas tropicales que te caen encima y parecen que te fueran a empujar y a llevar con ellas, mientras unos goterones como ladrillos te golpetean el rostro y el viento te levanta todo lo que cargas en todas direcciones.
Era una lluvia serena, extrañamente triste. Londinense, quizás, o un poco más nórdica que de costumbre. Como una regadera apenas abierta. Es que tenía meses sin ver, sin sentir una de estas lluvias.
Es que tiene propiedades relajantes, eso de levantarse, un lunes, tras apagar maldiciendo los tres despertadores que tienes en el cuarto, (expertamente configurados cada uno un minuto después del otro para asegurar que la tortura sonora dure y te puedas despegar de las sábanas), para tratar de llegar temprano a tu trabajo, incluso sabiendo que no vas a llegar temprano porque nunca llegas, (además de no tener razón para hacerlo), y sentarte en el borde de la cama y escuchar ese rumor suave que hace la lluvia en el aire.
Es que es un ruido casi imperceptible, una nana que se interrumpe con el leve rumor urbano de los neumáticos pasando por el asfalto mojado, que le añade un sutil eco de olas marinas. Es algo que te hace olvidar el escándalo electrónico de los celulares sonando que te auguran otra semana de existencia de imperceptible levedad.
Es una frecuencia única, que ningún artefacto mecánico o electrónico puede simular. No sé si es mi oído de perro viejo, pero ni grabado y reproducido suena igual. Científicamente añado, mientras medito sentado al borde de la cama, que debe ser la reverberación de la humedad en el aire la que le da ese timbre tan especial a ese breve y comedido sonido de la lluvia mañanera. O sea, que para escucharlo igual tendrías que reproducir la grabación mientras llueve, y eso sería absurdo de todas maneras.
Salgo del cuarto sonriendo, luego de lanzar un dado de 20 caras para decidir qué ropa me pongo. Salen los zapatos rojos, la camisa vino tinto porque los zapatos rojos descartan la franela verde manzana, (el rojo es el nuevo negro, me repito, para darme una concepción de moda). El pantalón es cualquiera, para eso los compramos de colores neutros, ¿no?, mientras sea jean todo vale.
Típicas preocupaciones higiénicas aparte, de las cual las únicas rescatables son cepillarme el pelo y arreglarme levemente la escobilla que tengo en la cara, me alisto para el momento único del día, que inspira estas líneas.
Me acerco a la ventana grande de la casa, la ventana que toda casa debería tener, y dedico dos minutos de mi semi precioso tiempo a ver la lluvia. (¿Por qué semi precioso?, porque es como las piedras semi preciosas, es bonito, adorna de manera funcional, se parece al tiempo precioso, pero, como las piedras semi preciosas, no vale casi nada en comparación)
El cielo está gris. Lo bueno de las lluvias de primavera o verano, o como sea que se llame en el trópico, es que cuando te levantas muy temprano en la mañana, no es de noche, sino que ya amaneció, y puedes ver las cosas más claramente. El aire está cubierto por esta atmósfera que lo hace ver, según mil poetas y escritores clásicos, "plomizo". Para aquellos que podían ver el gris plomo, claro. Nosotros apenas podemos ver el plomo en unas tuberías que igual están pintadas de rojo para que no te envenenes. Es decir, que cualquier persona que no sea químico en el siglo 21, incluyéndome, no tiene idea de qué quiere decir eso de "plomizo".
Pero volvamos al cielo. La cortina suave de lluvia que modifica tu percepción de las cosas, pero no te las oculta como los chaparrones. Es que estas lluvias te permiten ver el mundo como un film a blanco y negro, te oculta el brillo de los colores un poco, para que notes que la variación de las intensidades de grises vale tanto la pena como el rojo brillante que es el nuevo negro.
Es que es el olor. Ese olor efímero a metal y a electricidad que se filtra en el aire cuando llueve, así, leve y suavemente. No el olor tórrido y hormonal de las tormentas tropicales, sino de esta "garúa" tranquila y relajada. Es que todo huele mejor cuando llueve, hasta la basura. Es que la ventaja de ser casi ciego durante la mayor parte de tu vida es que afinas tus otros sentidos, diez veces más sutiles que la vista. Y de cualquier olor que es bueno en la mañana mientras llueve, el olor a panquecas es el mejor.
Y tras varias panquecas, difícilmente más divinas, acompañadas de una mermelada que sabe mejor con el rumor de la lluvia detrás, busco el suéter que combine con la dichosa franela vinotinto y los zapatos rojos, no para combatir este frío delicioso de la lluvia a las seis de la mañana, sino la maldad tecnológica del aire acondicionado. Bolso y despedida de por medio, salgo por la puerta, decidido completamente a contrastar la cara de arrechera (porque sí, porque hay que meter una grosería) de todo el mundo que "sufre" bajo la lluvia, con mi sonrisa de disfrutar esta lluvia hasta el final, hasta que me la dañe el sol de las diez de la mañana.
Es que no hay nada mejor que una lluvia de madrugada. Es algo muy Chopinesque, algo definitivamente e ineludiblemente especial. Algo que hace que la gente te vea raro cuando dices "Está lloviendo, vamos a caminar".
viernes, 2 de marzo de 2007
Guilty Pleasures
Primero lo primero. Un "Guilty Pleasure" es uno de esos pequeños placeres o manías que te fascina otorgarte, de los cuales extraes grandes cantidades de satisfacción en el momento, pero que luego te dejan con una agria sensación de remordimiento por las consecuencias desagradables o por lo no completamente ético de tu placer en cuestión.
Por ejemplo, el típico "Guilty Pleasure", o "Placer Culposo", es lo que sufren las mujeres cuando comen chocolate, torta o cualquier cosa que engorde. En el momento no puedes resistirte ante tanto chocolate, crema, o dulce, y luego te quejas porque rompiste el régimen, o lo que sea. Gracias a dios no sufro de ese placer. Trago galletas como el de Plaza Sesámo y nunca me arrepiento de haberlo hecho.
Otro placer culposo es pararse a ver los accidentes de tránsito. Me declaro culpable, es que no puedo ver un carro destruido en la autopista sin pararme hasta a ojear si llegó el forense, y poco a poco reconstruir el suceso a lo más Grissom de CSI. Siempre que vuelvo a acelerar me digo a mí mismo, "Eres un maldito morboso, que se alimenta de miseria humana. Además paras el tráfico por tu curiosidad enferma de ver una posible escena de carnicería, ¿Te parece bien, Juan Miguel, te sientes orgulloso de tí mismo, lacra?". Pero igual lo sigo haciendo, no lo puedo evitar.
El cigarro, mi eterno "Placer Culposo". Al menos cada vez que llego a la mitad de uno de cada dos cigarros que prendo me digo a mí mismo. "¡Qué basura!, eres una niña, no tienes ni voluntad de oponerte a un vicio. ¿No te da pena verte así esclavizado al uso de unas varitas de papel llenas de monte por dentro?, Eres un monigote, un títere de tus manías, ni siquiera puedes oponerte a tus propias debilidades, blablablah". Y sin embargo, al poco rato, el "click" del yesquero, la llamita azul y amarilla y empieza el ciclo otra vez.
Ver novios peleando. Este es mucho más raro, pero es súper cómico. Y es enfermo. No sé por qué la cosa me hipnotiza, sobre todo cuando los dos se gritan al mismo tiempo. O incluso mejor, cuando la mujer le grita al tipo, y el se queda ahí callado recibiendo castigo. Pero es incómodo, uno debería voltearse y hacerse el loco, ¿no?, no quedarse como el típico voyeurista de la violencia marital. El típico pensamiento que me viene después es "¿Viste?, te vieron viéndolos, ¿No te da pena chico, estarte metiendo en asuntos ajenos?, eso no es problema un tuyo, un día de éstos te vas a meter en tremendo peo". Pero no importa, no han pasado cinco segundos de discusión y ya me quedo viéndolo hipnotizado.
Meterme en discusiones sin futuro. Es decir, participar en esos debates informales con alguien con quien, por referencias o por experiencias previas, nunca vas a llegar a un acuerdo, y nunca ninguno va a ceder ni un milímetro. O sea, tratar de evangelizar al catolicismo a un fundamentalista islámico, convencer a un chavista de que no todo en el gobierno es bueno y la mayor parte de los ministros cometen errores, así sean insignificantes, o la típica discusión derecha-izquierda. A pesar de que la conversación nunca sale de "yo tengo la razón, yo tengo la razón, yo tengo la razón", uno continúa por horas y al terminar te das cuenta que botaste varias horas de tu vida en nada, y que te hubiera salido mejor ponerte a ver televisión.
Ya me acordaré de otros, siéntanse libres de comentar los suyos propios...
martes, 27 de febrero de 2007
¿La realidad imita la fantasía o la fantasía imita la realidad?
http://secondlife.com/
Un mundo virtual. Extenso, inmenso, con posibilidades infinitas, y lo más importante, donde la economía virtual del "jueguito" tiene una repercusión en el mundo real. Es decir, que lo que vendas o compres ahí, incluyendo tu dinero, tiene valor traducible en divisas reales. O sea, vale algo.
La cosa asusta. Ya no es que, como en otros juegos en línea, quieras abandonarte a la fantasía de ser alguien completamente distinto a quien eres, viviendo en un mundo fantástico con reglas y objetivos completamente diferentes a los de nuestro día a día.
Esto es ya crearse una personalidad alternativa, con la finalidad de, tal cual en nuestra vida diaria, ganar dinero, formar una familia y demás. Es una existencia virtual paralela que volvería locos a los filósofos y pensadores de apenas hace diez años. ¿Es que la vida como la conocemos, así analógica, es tan decepcionante para nosotros?
Ya mucha tinta, (aunque más bien, con los tiempos que corren, muchos bytes de texto), se ha vertido en el tema, con reportajes, análisis, estudios, sobre la existencia en esta Second Life.
Pero hoy, me encuentro con esto...
http://iblnews.com/story.php?id=23291
¿Terrorismo en Second Life?, ¿Freedom Fighters?, Es que ya había escuchado de servicios de citas, parques de diversiones, abogados, diseñadores de modas, y demás, pero ya esto es un poco demasiado.
¿Democracia contra un régimen totalitario encabezado por la compañía que dirige el juego?, o sea, horas perdidas diseñando algo para implementar un sistema político por encima de algo que, en teoría, debería ser un juego.
¿Derechos fundamentales de los residentes?, ¿Cuáles residentes, si no están vivos, si son avatares? ¿Dentro de cuánto declararán guerras en Second Life? (Háganlo, de repente me anoto)
Tendría que preguntarle a estos tipos del Ejército de Liberación de Second Life (ALSL, es que tienen siglas y sitio en internet incluso) si de verdad van en serio con eso. Lo que me asusta es que probablemente sí. Ya había leído algo acerca de un muchacho que mató a otro porque le robó una espada en el juego ( fantástico, claro) de World of Warcraft, y la corte empezó a deliberar si la dichosa espada era un bien real, porque poseía un valor derivado del "trabajo" que representaban las horas de juego gastadas en obtenerla. O sea, un tribunal real está considerando en serio, en un caso penal grave, las implicaciones de lo que pásó en el juego.
Es que una cosa es jugar, y otra muy diferente confundir los universos. ¿Ven?, hasta yo hablo de universos, es que ya se convierten en dimensiones alternativas. Si nunca han jugado un juego en línea, (Las dichosas siglas esas de MMORPG, que significan Multimedia Online Role Playing Game), quizás no sepan de lo que hablo, pero los que lo han hecho saben que las emociones del dichoso muñequito se transmiten. (La rabia cuando te matan porque tu compañero no te ayudó es impresionante, e incluso más si te roban algo). Sólo un gamer puede entender ese sentimiento, pero es que nosotros lo hacemos por deporte, por sentido de competencia ¿no?. Es igual matar a los orcos es la computadora, que correr por un campo persiguiendo una pelota para meterla en una red del otro lado, del lado "enemigo". Fantasía, gente, es una cosa bella, siempre y cuando se mantenga siendo fantasía.
Lo mejor es cuando creas, cuentas, o sigues historias en estos juegos. Es una experiencia maravillosa. Lamentablemente, muy pocos están dispuestos a hacerlo, y cuando lo hacen, se equivocan de medio a medio, como estos tipos de la "organización terrorista".
Es que mi espíritu de juego y el de mi generación ya es vintage. Para seguir en el vocabulario de la sub cultura, Old School.
Old times, good times. Antes todo era más sencillo.
lunes, 26 de febrero de 2007
Sinestesia
Vi tu olor que el aire deslizaba
Degusté toda sombra que tronaba
Acaricié tu voz silvestre de palmera
Y no creí en la silueta de tu aroma
Ni escuché la textura de tus pasos
Adivinando el sabor de tus ocasos
Y rozando tu risa policroma
Rehusé sentir el color de tu mirada
Me negué a seguir tocando tu sonido
A seguir oliendo un gusto colorido
A oír el perfume a piel velada
Pues mis oídos captan tu apariencia
Y mis ojos vibran con tu brisa
Mis manos ya conocen tu sonrisa
Y mis boca reconoce tu cadencia
Rescatando viejas entradas...
La introducción no importa, pero quiero mudar mis reflexiones acerca de la ejecución de Saddam Hussein para acá.
EJECUCIONES
Sí, las del ex presidente de Irak, Saddam Hussein y dos de sus más cercanos colaboradores, Barzan al-Tikrit y Awad al-Bandar. Tema por lo demás tristemente actual y polémico.
Mataron al ex dictador iraquí, luego de encontrarlo culpable del genocidio de grupos opositores durante su régimen, crimen del cual firmemente creo que era culpable, tras someterlo al juicio de sus pares, en una corte de Irak. La comunidad internacional, encabezada por el gobierno francés, la Unión Europea, El Vaticano, el secretario general de la ONU, y ahora incluso el presidente de los Estados Unidos, George W Bush, condenó categóricamente las acciones.
Y el escándalo detonó porque, en esta era de la revolución tecnológica, alguien dentro del recinto filmó todo usando la cámara integrada de un teléfono celular, y se escucharon insultos, consignas y agresiones verbales por parte de los testigos de la ejecución.
Definitivamente, si no gustó que los mataran, lo que menos gustó fue que insultaran y se burlaran de Hussein en el momento de su muerte. Confieso que a mí, particularmente tampoco me gustó. A todo ser humano, de negársele la posibilidad de vivir con dignidad, al menos debería permitírsele, in gratia, morir con ella. Guardarse las burlas para después, si quieres. Imagino que aquellos que se mostraron de acuerdo en un principio con la pena de muerte emitida en contra de los indiciados, y luego la condenaron, como el mandatario norteamericano, esperaban una ejecución aséptica, profesional e impersonal.
Simulemos que, es cierto que fue un acto de venganza. Entonces entremos en la naturaleza de una condena penal. ¿No es en sí un acto de venganza, en especial si hablamos de una condena a muerte?. Para ser claros, no creo que alguien se pueda rehabilitar en la fracción de segundo mientras cae por la trampilla de una horca. Y aunque lo hiciera, los beneficios de dicha rehabilitación serían, en el mejor de los casos, breves e inconsecuentes.
¿Naturaleza preventiva del derecho?, es decir, ¿Fue Hussein ejecutado para que otros no se atrevan a cometer sus errores?. En otras palabras, "para que el próximo dictador no crea que puede ejecutar a sus opositores libremente porque lo vamos a matar, y además a burlarnos mientras lo hacemos". ¿No sería mejor prevenir la posible ascensión al poder de un sucesor y ahorrarnos las amenazas de futuros escarmientos?. Una pena de muerte es, básicamente, una aplicación estatal de la Ley del Talión. Si alguien le quita un ojo y un diente a la sociedad, entonces la sociedad debe reaccionar quitándole lo mismo. No estoy aquí para discutir los fundamentos morales de un acto de venganza, pero no creo que pueda negar que una acción como esa ejecución pueda concebirse como otra cosa que una retaliación.
Pero alejémonos del debate acerca de la utilidad y usos de la pena de muerte. La ejecución es criticada básicamente porque ciertos particulares lanzaron improperios a un hombre que, en su punto de vista, ejecutó a sus amigos y familiares por pensar de manera diferente. La gran mayoría hemos, sí, hemos, prejuzgado como salvajes e "inmaduros" a los presentes que lanzaron consignas. Yo, incluso aunque los critico y no estoy de acuerdo con su comportamiento, no puedo negar que sus razones eran bastante válidas. Tú, lector, ¿No insultarías en el cadalso a aquél que ejecutó a tu familia, a tus amigos? Espero no estar en su situación, pero es muy probable que, incluso de no hacerlo por parecer más digno, estoy seguro de que tendría ganas de gritarle e insultarle.
Con todo, aunque no soy reconocido por mi afiliación al ex dictador, reconozco la entereza de ánimo y espíritu del antiguo hombre fuerte de Bagdad al momento de encarar la soga. No, sus actos en vida no se ganaron mi respeto. No, nunca estuve de acuerdo con su régimen. Sí, creo que era culpable de crímenes aborrecibles para la comunidad internacional. Y sí, sí creo que murió con más dignidad de la que le robaron sus opositores al gritarle.
De hecho, al gritarle le dieron aun más peso a sus palabras y actitud. Cinematográficamente estaban allí para gritarle y humillarlo, como una multitud del medioevo agolpada frente al cadalso. Es que lo que faltó fueron los vegetales podridos. Sin embargo, fiel a cualquier guión épico, así sea como villano, Saddam encaró a sus opositores con confianza, y si tuvo miedo no lo mostró. Respondió a sus insultos con palabras altivas, llenas de desprecio categorizándolos de cobardes, se negó a que le colocaran una capucha, y antes de morir tuvo el gesto, de nuevo cinematográfico, de pronunciar el proverbial "Alá es el único Dios, y Mahoma es su profeta" como despedida.
No, no estoy de acuerdo en que Saddam haya sido un gran hombre en vida, excepto en los últimos dos minutos de su existencia. No puedo criticar que sus opositores le insultaran, pues tenían buenas razones para ello, pero ayudaron a Saddam a ensalzarse antes de morir, dando una triste imagen de chusma.
Hay críticas, como las de la Unión Europea, que son congruentes, al criticar la naturaleza moral misma de la pena de muerte. Otros, como el pobre, bien intencionado e impotente Ban Ki Moon, secretario general de la ONU, al menos se ganaron el derecho a criticar pidiendo, rogando, clemencia para los ajusticiados hasta último momento. El Vaticano al menos tiene la intención de alejar la idea de la retaliación violenta de la historia de nosotros, los católicos. ¿El presidente de los Estados Unidos? Harina de otro costal. simplemente defendió el antiguo precepto de do not add insult to injury. Nada más, nada menos. Si defendió la condena, ¿Por qué condenar la ejecución?.
Un Leitmotiv en letras...
Principalmente para aquellos que me conocen bien, y para aquellos que no me conocen en lo absoluto, otra vez. Y aunque parezca una paradoja, principalmente para mí mismo, otra vez.
Esta vez, (y no me canso de martillar el viejo clavo de que este es el segundo blog que escribo, luego de que el primero quedara atrapado en el limbo de los pecadores sin bautizar), los denominé "Los Leitmotivs de cada día", con un toque mucho más artístico y menos político. Igualmente personal.
A manera de aclaratoria, y para justificar mi mal merecida fama de intelectual de enciclopedia, añado una simple frase, emitida por la nunca bien ponderada Real Academia de la Lengua, que fija, pule y da esplendor a este galimatías que nos gusta llamar castellano.
Leitmotiv.
(Voz al., der. de leiten, guiar, dirigir, y Motiv, motivo).
1. m. Tema musical dominante y recurrente en una composición.
2. m. Motivo central o asunto que se repite, especialmente de una obra literaria o cinematográfica.
Para aquellos que lo saben, y principalmente para aquellos que no, un leitmotiv, o leit motiv, o leit motif, (es que pienso escribirlo de todas las formas y en todos los idiomas que pueda), es un tema musical, o literario, o visual incluso, que por lo general se asocia con un personaje, un sentimiento, una emoción o un concepto abstracto. Y cada vez que se desea ilustrar a ese personaje, a esa emoción, a ese concepto, pues allí está ese leitmotif para recordarnos que allí está.
Una cosa muy poética, pues, como los coros de las canciones de reggaeton, que se repiten a cada rato para decirnos que movamos el cuerpo como si nos hubieran deshuesado.
¿Por qué los leit motiv de cada día? Porque cada uno de mis días, en especial aquellos que dejan huella, los más intensos, por usar una palabra ya abollada de tanto darle, tienen su tema, su leit motiv. Y además, creo profundamente que tus días, lector, también tienen sus leit motifs, y que si algún día le acierto a esa universalidadde llegarte con mi tema, podamos entonces tener nuestro momento sinfónica entre mis melodías y las tuyas.
Y así como los poemas sinfónicos, (¿Y qué es un poema sinfónico?, pues bueno, como un poema, pero sin palabras, pura música. Impresionante que eso exista, ¿no?), espero que este blog sea un registro de mis leit motiv, de mis motivos, de mis temas. Espero que sea un diario de mis rabietas, mis tristezas, mis desilusiones, mis alegrías, mis euforias y mis epifanías.
Podría ponerme incluso más sensible, y agregar que mis leit motivs de cada día son como las melodías de mi corazón, o que los leitmotifs de cada día son como las notas de mi alma. Pero no quiero ser tachado de cursi. Ya habrá oportunidad más adelante para eso.
Esta vez olvídense del lugar para la reflexión y todo eso. Igual que antes, que lleguen al final de cada artículo para mí es un premio. Espero que los disfruten, y que consigan en esta cacofonía de sonidos intelectuales y emocionales algún sentido que los oriente, los haga reír, o simplemente sonreír, que ya es bastante.